Un grupo de mujeres se reúne en un local suburbano para hacer un culto y compartir sus historias de la opresión que sufren en manos de una sociedad dominada por los hombres. Se hace una lectura de la Biblia donde aparecen pasajes que muestran maltratos contra la mujer, y la audiencia clama: ¡Fuera demonios, fuera! Se trata de un exorcismo contra los «textos patriarcales». Durante el ritual se invoca a un Dios que es Padre y Madre a la vez. Lo anterior es la práctica de una Iglesia de Mujeres, y es una de las muchas manifestaciones del reciente Movimiento Feminista que a partir de los años 60 del siglo anterior ha tenido gran auge en una franca rebelión contra el dominio de los varones en la sociedad. Incluso hay activistas religiosas que han declarado que la «teología femenina» se está apartando definitivamente de la religión cristiana, dominada por los varones.

En general, el feminismo es un movimiento global que lucha por la emancipación de la mujer. Surgió de lo que se denominaba «liberación femenil», cuyos esfuerzos eran alcanzar igualdad en la sociedad moderna, superando obstáculos que incluían creencias, valores y actitudes. El impacto del movimiento feminista se ve hasta en las iglesias protestantes, en las cuales de pronto la mujer asume posiciones que sólo el varón había tenido.

El movimiento feminista es como una protesta contra la discriminación de la mujer desde los inicios de la historia de la humanidad. Dios aparece sólo como varón, lo mismo los ángeles y otras manifestaciones divinas. Los escritores bíblicos fueron todos varones, y los grandes ministerios de legislación, enseñanza profética y los reinados, todos estaban en manos de los varones.

Una oración típica de los judíos, basada en el Talmud, dice: «Señor, te doy gracias porque no me hiciste mujer». Hasta el mismo Pablo parece discriminar a la mujer (si no se hace una interpretación correcta) y dice que no permite a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre. Adán no fue engañado sino la mujer. «Pero se salvará engendrando hijos» (1 Timoteo 2.12-15).

La protesta del feminismo es que sólo el ser humano masculino es puesto como modelo de la imagen de Dios, lo cual es insostenible porque la mujer es también hecha a imagen y semejanza de Dios. Esto desde luego presenta serios problemas de carácter teológico para nosotros, porque tendríamos que encontrar características en Dios que son típicas del sexo femenino.

No podemos afirmar con seguridad que las características femeninas son pertinentes sólo a esta vida terrenal, porque en la vida venidera, en la resurrección, hay mujeres que no les gustaría ser resucitadas con cuerpo de varón; quieren conservar sus características femeninas, aunque éstas nada tengan que ver con los órganos de reproducción, los cuales no se necesitarán en los cielos, como lo dijo Jesús en Mateo 22.30. Incluso este texto parece que habla de dos grupos, «los que se casarían» y «las que se darían en casamiento». (La enseñanza de Cristo alude a la costumbre antigua en la cual, a diferencia de los varones, las mujeres eran «entregadas en casamiento», pues no podían tomar la iniciativa de casarse como los varones).

¿Cómo veía Cristo a las mujeres? Es notable el hecho que en una cultura (judía) en que la actividad de la mujer era muy restringida (como ocurre hoy entre los musulmanes), el Señor tomó una actitud de mucha aceptación para con las mujeres.

La mujer samaritana es un caso típico en el cual Jesucristo se relacionó estrechamente en una conversación (de la cual los discípulos se quedaron sorprendidos) con una mujer extranjera, y el resultado fue la llegada del reino de Dios a los samaritanos. En el desarrollo de su ministerio, Jesús se vio rodeado de mujeres que eran sus discípulas y que le servían con sus bienes. Aun en la cruz, el Maestro buscó el bienestar de una mujer, su propia madre.

¿Cuál es la posición de la mujer dentro de las iglesias de Cristo? ¿Discriminamos a las mujeres? ¿Cuáles son nuestros argumentos a favor y en contra de la participación de la mujer en la obra de la iglesia?

Es importante recordar que en la creación, antes de la caída, existía una igualdad entre el hombre y la mujer. El sometimiento de la mujer al hombre vino después de la caída, según la secuencia presentada en Génesis 3.16.

A pesar de lo que Pablo dijo en contra de la mujer (o lo que parecía en contra de ella), también escribió mucho que está a favor de ella. Precisamente la gran novedad del cristianismo es que ya no habría discriminación entre varón y hembra, puesto que tanto el hombre como la mujer eran ahora herederos de la vida eterna (Gálatas 3.28). La obediencia al evangelio es una cosa individualizada, la mujer obedece por su cuenta, el hombre obedece por su cuenta.

Es fundamental recalcar que antes de la caída del hombre Dios dejó clara la igualdad que había entre el hombre y la mujer, cuando el texto sagrado dice: «Varón y hembra los creó»(Génesis 1.27). La desigualdad vino después, cuando Dios dio la sentencia a la mujer en Génesis 3.16, como ya se vio.

Lo que la mujer perdió en el principio es recuperado en el cristianismo. Dios elevó a la mujer y dijo que no había distinción entre varón y mujer, pues ambos son iguales espiritualmente ante Dios (o en cuanto a la salvación). Así dice Pedro, señalando que las mujeres son «coherederas de la gracia de la vida» (1 Pedro 3.7).

Lucas y Pablo hicieron mención de varias mujeres que eran activas en la obra de la iglesia en el primer siglo, como María, Priscila, Dorcas, Evodia, Síntique, Eunice, Loida, Trifena y Trifosa, Pérsida, Febe, diaconisa de la iglesia de Cencrea (Romanos 16.1-12).

La otra pregunta es: ¿No hay en la actualidad mujeres prominentes que hayan sido importantes en el desarrollo en la obra de las iglesias de Cristo? No hemos esperado que ellas hayan estado gobernando a los varones ni perturbando el orden del culto para ejercer su ministerio, pero son mujeres de Dios que han sido servidoras en la iglesia.

¿Qué cosas pueden hacer las mujeres para que tengan oportunidad de ejercer sus ministerios dentro de la iglesia? Pueden ser maestras de niños, pueden evangelizar, pueden ser diaconisas en la congregación (no como un puesto oficial junto con los ancianos), pero sí las encargadas de la benevolencia y otros servicios que se ofrezcan en la iglesia.

Se tiene la creencia errónea que las mujeres están ansiosas de hacer lo que los varones hacen en la iglesia, pero eso no es cierto. Es probable que las mujeres sientan envidia por lo que los hombres tienen el privilegio de hacer en la congregación, pero hay mujeres (y bien dotadas) que no aspiran a hacer las cosas que pertenecen a los varones. Se sienten incómodas si hacen cosas que no son pertinentes al ministerio de las mujeres.

No tenemos que ceder a las demandas modernas del Movimiento Femenil, pero tampoco debemos mantener a las mujeres marginadas de la obra de Dios que ellas pueden hacer.

– Arnoldo Mejía Avila

La Voz Eterna, Enero-Febrero 2003

«…él (el varón) es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón» (1 Cor. 11.7-9).

«Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios» (1 Cor. 11.11,12).

«Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación con modestia» (1 Tim. 2.12-15).

«Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál. 3.28).Via. La Voz Eterna. 

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